La
elaboración del Requiem fue
dificultosa y entrecortada. En el manuscrito autógrafo (que Constanza había
conservado, incumpliendo el contrato) pueden leerse, gracias a la diferencia de
tintas, las etapas del trabajo.
Para
el Requiem, como para la Misa Mayor en do menor, Mozart procedió
de la forma siguiente: fijaba primero, de forma definitiva, la parte vocal con
el bajo cifrado y algunas indicaciones de motivos. Luego volvía para poner la
instrumentación.
Cuando
recibe el encargo en julio, empieza a trabajar: compone entonces el Introito (Requiem aeternam), la fuga del
Kyrie (sin el final) y el Dies irae hasta el final del Rex tremendae. Durante una segunda etapa
(tras su vuelta de Praga) concluye la instrumentación del Introito y el Kyrie, e
impulsa la continuación del Dies irae
hasta el final del Confutatis. Más
tarde, a partir de octubre, escribe la estructura del Ofertorio (Domine Jesu y Hostias) y vuelve al Lacrymosa del que redacta nueve compases; en el manuscrito todo se
detiene en las palabras “homo reus”.
El
examen del manuscrito permite decir con una gran precisión lo que es del propio
Mozart y lo que es de otros (generalmente de su discípulo Süssmayer, y en
algunos puntos de Eybler y F. J. Freystädtler).
Son
obra de Mozart las dos primeras partes (Requiem
y Kyrie). Los cinco primeros fragmentos del Dies irae (Dies irae
propiamente dicho, Tuba mirum, Rex tremendae, Recordare y Confutatis)
son principalmente de Mozart; él mismo ha anotado las partes vocales, el bajo
cifrado y algunas indicaciones instrumentales; la orquestación, en su conjunto
es de Süssmayer. El Lacrymosa (sexta
y última parte del Dies irae) está
bosquejado por Mozart, pero solamente hasta las palabras “judicandus homo reus”, y todo el resto es de Süssmayer. Los dos
fragmentos que componen el Ofertorio
(Domine Jesu Christe y Hostias) son
principalmente de Mozart, en el mismo sentido anterior, y orquestados
por Süssmayer. Finalmente, el Sanctus,
el Benedictus y el Agnus Dei son por entero de Süssmayer,
aunque parte de esta música tiene un nivel tan elevado que ha levantado sospechas
entre muchos estudiosos, que piensan que contienen al menos algo de material de
Mozart. Para la Comunión final,
Süssmayer se limitó a repetir la música del Introito
y el Kyrie, sobre las nuevas palabras. Así
pues, Mozart compuso un total de 99 hojas en forma de particella. No siguió el orden litúrgico, con lo cual el Lacrymosa quedó incompleto con sólo ocho
compases esbozados; hay que suponer que sea la última música que compuso.
En
el autógrafo del Requiem, que se
conserva en la Biblioteca Nacional de Austria en Viena, aparecen dos tipos de
papel claramente distintos:
Tipo
I. Introito (Requiem aeternam)
Kyrie
hasta el compás 45
Secuencia:
Dies irae hasta el compás 10 del Recordare.
Tipo
II. Resto del Kyrie
Resto de la Secuencia (Recordare,
compases 11 y ss., Confutáis)
Fragmento del Lacrymosa (8 compases)
Ofertorio: Hostias, al final del cual están las últimas palabras que
escribió Mozart: “Quam olim da capo” (es decir, repítase la música del “Quam olim Abrahae” del movimiento
anterior)
Varios
autores han intentado relacionar estos tipos de papel con la siguiente
cronología: Mozart empieza a componer el Requiem
al recibir el encargo en julio. Utiliza papel del Tipo I. Al poco tiempo se ve
obligado a viajar a Praga, y a su regreso comienza de nuevo el Requiem, habiéndosele agotado mientras
tanto el papel de Tipo I. Entonces empieza a usar papel del Tipo II. Pero esta
división, aunque parece enteramente verosímil, presupone que Mozart dejó de
trabajar en La flauta mágica en
cuanto apareció el mensajero, escribiendo una parte sustancial del Requiem en forma de particella (añadió la instrumentación del Introito: Requiem aeternam posteriormente, con tinta distinta y
posiblemente con otra pluma). Pero todo esto es pura especulación. El uso de
diferentes tipos de papel pudo deberse al simple hecho de que Mozart se quedara
sin papel del Tipo I en mitad de su labor, o puede ser que Constanza comprara
el Tipo II mientras su marido estaba enfermo (lo cual explicaría por qué hay
mucha menos música escrita en el papel del Tipo II: Mozart ya empezaba a
sentirse débil).
Por
tanto, teniendo en cuenta la partitura manuscrita podemos establecer el
siguiente cuadro:
Parte
vocal
|
Parte
orquestal
|
|
Introito
|
completa
|
completa
|
Kyrie
|
completa
|
completa
|
Dies irae
|
completa
|
indicada
|
Tuba mirum
|
completa
|
indicada
|
Rex
tremendae
|
completa
|
indicada
|
Recordare
|
completa
|
indicada
|
Confutatis
|
completa
|
indicada
|
Lacrymosa
|
9 compases
|
indicada
|
Domine Jesu
Christe
|
completa
|
indicada
|
Hostias
|
completa
|
indicada
|
Sanctus
|
------------
|
------------
|
Benedictus
|
------------
|
------------
|
Agnus Dei
|
------------
|
------------
|
Ahora
bien, tras la muerte de Mozart, su viuda, a fin de cumplir el encargo, debió
hacer diligencias para que la obra fuera acabada y pareciese haber sido
terminada por su marido. Discretamente se dirigió a unos músicos a un tiempo
competentes y amigos de Mozart. Primero consultó a Josef Eybler, a quien el
Maestro estimaba mucho y que fue a verle regularmente hasta el final. Josef
Eybler era mucho mejor músico que Süssmayer, por eso Constanza pensó en él al
principio. Tras él, F. J. Freystädtler intentó completar la instrumentación,
pero los dos se detuvieron tras el Confutatis.
Fue entonces cuando Süssmayer fue encargado de la peligrosa misión de presentar
un manuscrito (su escritura se parecía mucho a la de Mozart) en el que la obra
pareciese acabada. Este joven alumno de Mozart (tenía entonces veinticinco
años) había colaborado con él en la composición de los recitativos de La clemenza di Tito. Según el testimonio
de Constanza, y según sus propias afirmaciones, habría recibido de Mozart,
durante las últimas semanas de la vida del maestro, indicaciones sobre la forma
de concluir el Requiem. Este dato no
es muy fiable, ¿por qué, entonces, Constanza pensó primero en Josef Eybler?.
Además, en una carta al abate Stadler, Constanza nos da pistas de las
limitaciones de Süssmayer: “Cuando Mozart
sintió que lo invadía la debilidad, Süssmayer debía leerle a menudo lo que
acababa de escribir cantándolo con él y conmigo. Y todavía oigo decir a Mozart
a menudo: ¡Ay, ya nos hemos vuelto a detener! Tardarás tiempo todavía en llegar
a comprenderlo…”.
Así
pues, Süssmayer fue el último que trabajó en el Requiem. Como dato curioso, hay que decir que Süssmayer imitó la
firma de Mozart y puso en la partitura autógrafa la fecha de 1792, a pesar de
que era generalmente sabido que Mozart estaba ya muerto entonces.
El
secreto del encargo estuvo suficientemente bien guardado por el conde Walsegg
como para hacer ejecutar la misa el 14 de diciembre de 1793, haciéndola pasar
por obra suya. El conde Walsegg había
encargado y pagado por anticipado (en gran parte) la obra, exigiendo del
compositor el anonimato. La recibió completa tras la muerte de Mozart, y como
hemos dicho la hizo ejecutar como si fuera obra suya por los músicos de su
capilla. Pero el Requiem se había
interpretado ya en Viena en 1792 gracias a Van Swieten. La
atribución del Requiem a Mozart fue
pronto de dominio público, y el conde Walsegg no pareció inquietarse jamás por
ello.
Mientras
la Misa circulaba en forma de copias manuscritas no hubo problemas; pero no
fueron las cosas tan fáciles cuando se trató de publicarla. En 1799 los
editores Breitkopf de Leipzig exigieron de Constanza precisiones sobre la
autenticidad del documento (una copia de la obra completa) que tenían entre las
manos. Y a partir de ahí comienzan las divergencias entre Constanza, que tenía
interés en hacer creer que la partitura se debía únicamente a la pluma de su
marido, y Süssmayer, que pretendía que “la
mayor parte de la obra” era de él.
El
27 de marzo de 1799 Constanza escribe una carta a los editores diciendo que
tiene en su poder el manuscrito que Mozart había escrito poco antes de su
muerte y añade: “Os diré hasta dónde es
suyo (es decir, hasta casi el final) cuando lo hayáis recibido”. Luego
habla de las entrevistas entre Süssmayer y Mozart, ella precisa: “le dijo de qué forma debía realizar la
parte final de la obra, cuya parte principal ya estaba compuesto, aquí y allá,
en partes separadas. Y eso es lo que realmente hizo el señor Süssmayer”.
Aconsejó a los editores dirigirse directamente a Süssmayer. Y eso hicieron. El
8 de febrero de 1800, en una carta a los editores Breitkopf y Haertel,
Süssmayer decía que, no queriendo adornarse con plumas ajenas, confesaba
francamente ser el autor “de la mayor
parte” del Requiem. A raíz de estas afirmaciones, Constanza y sus
allegados se indignaron y las controversias duraron muchos años, antes de que
el examen del manuscrito permitiera llegar a las conclusiones ya enunciadas.
Para saber más sobre Mozart y su último año es muy interesante el siguiente libro:
"1791: El último año de Mozart" de H. C. Robbins Landon
Que disfrutes de la música y... Hasta el siguiente post!!
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